Carlos Quintero J.
Antonia Á. M. busca a su hijo, Oswaldo Zameza Ávila desde
hace cuatro meses. Hasta hoy la Fiscalía Especializada de Personas
Desaparecidas no tiene ninguna pista de su paradero.
Ella vive un tormento: “trato de que alguien, por lo
menos, tenga la bondad de decirme: ¿qué pasó?”, dice la mujer de 39 años de
edad, vecina de Yecapixtla, Morelos.
Con voz entrecortada y la mirada perdida a ras de piso,
habla en entrevista con este reportero, sobre el día en que su hijo
desapareció.
“Era un día normal, Oswaldo salió de su casa rumbo a su
trabajo. Él entró a las seis de la mañana. Trabajaba de ayudante de albañil con
un señor que se dedica a echar colados”, recordó.
El 24 de julio, alrededor de las 9 de la mañana, Oswaldo viajaba
de Yecapixtla a Ocuituco, en compañía de su jefe, quien conducía su camioneta, cuando
sonó su teléfono celular y contestó: era una mujer.
“Oiga, me están llamando de mi casa y tengo problemas. ¿Sabes
qué? me tengo que regresar, van a venir por mí”, habría dicho el veinteañero a su
patrón.
Él comunicó a su interlocutora con su jefe para que la escuchara
y a la vez le explicará del supuesto problema.
Su jefe detuvo la marcha del vehículo y Oswaldo bajó en
la parada conocida como: El Ocote. “Lo baja en esa zona. El patrón todavía lo
alcanza a ver por el retrovisor, lo vio que se sentó a un lado”, relató Antonia.
Ese mismo día, ella visitó a su nuera en su casa de
Yecapixtla. Llegó alrededor de las seis de la tarde, y le preguntó:
“¿No ha llegado Oswaldo?”.
“No”, respondió la esposa de su hijo.
Ambas mujeres notaron que era algo raro, ya que Oswaldo tenía
la costumbre de regresar a su casa entre las dos y tres de la tarde.
Esperaron un tiempo prudente, después marcaron al teléfono
de él pero no contestó.
La mamá de Oswaldo comentó: “Más tarde, mi esposo le
marca y a él sí le contesta. Le dice: estoy trabajando pero no le da más
explicaciones y le cuelga la llamada”.
Pero pasaron las siete, las ocho y nada. Ellas decidieron
marcar de nuevo pero él no respondió.
Antonia llamó a su patrón para preguntar qué era lo que pasaba,
si ya habían salido o porque era tan tarde y él no llegaba a casa. Su patrón
les habló de la llamada que él había recibido de una mujer.
“… es que en la mañana llamó una persona y dijo que era
su esposa…”.
Antonio miró a su nuera, quien estaba a su lado y le
pregunto:
“Oye, ¿tú le llamaste?”.
“No. Yo no le he llamado en todo el día”, respondió la
esposa de Oswaldo. Creyeron que alguien se había hecho pasar por ella.
Antonia marcó otra vez a su hijo. El teléfono sonó y sonó
pero él nunca más contestó. Le enviaron mensajes pero tampoco los leyó.
“El día sábado, igual no llegó, amaneció y no llegó. Yo
lo que hago es comenzar a buscar. Voy a buscar al hospital; voy a buscar a la
cárcel; voy a buscar al Semefo y no encuentro nada”.
El domingo 26 de julio, Antonia y su esposo preguntaron a
los amigos de Oswaldo pero ninguno aportó dato cierto de su paradero.
El lunes 27, la mujer fue a la Fiscalía Especial de Personas
Desaparecidas de la Regional Oriente para denunciar la desaparición.
Desde esa fecha, la Fiscalía no ha informado sobre el
avance en la investigación. El 10 de agosto, Antonia se sometió a un examen de
ADN y hasta hoy no hay ningún resultado.
Ni la madre, ni la esposa de Oswaldo han recibido algún tipo
de apoyo psicológico, mucho menos económico, sólo su familia les apoya en su búsqueda.
“Los amigos, nadie dice nada. A los que fuimos a buscar
para preguntar, todos se negaron, todos dijeron: no sabemos nada, no lo hemos
visto”.
Pero ella piensa lo contrario.
“Sus amigos dicen no saber nada pero para mí, en realidad,
sí lo saben. Tratamos de que alguien, por lo menos, tenga la bondad de decirnos:
¿qué pasó?”.
El asesor jurídico, que por ley debería de asistir a la
familia, no la ha orientado, ni siquiera le dio su número telefónico para estar
en comunicación con ella.
Por cuatro lunes, Antonieta ha asistido al Palacio de
Gobierno, busca ser escuchada por el Gobernador pero no hay respuesta de
quienes se supone deberían de procurar justicia.
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